Pacharán BASARANA: un amargo recuerdo

He de reconocer que cuando me apunté al curso gratuito de emprendedores del Club de Marketing no tenía mucha confianza porque todavía tenía en la memoria una frase de Bucay leída en un semanario: nada bueno es gratis. Y, aunque este personaje no me guste mucho, la verdad es que la gente que dice muchas cosas termina acertando con alguna.
Pero no fue está la ocasión: fue un curso entretenido y, aunque poco de lo escuchado podré aplicar al blog, por lo menos me permitió arrancar esta entrada.
El caso es que estoy en el curso y el ponente nos dice que el primer objetivo cuando estamos llevando un negocio es que nuestra oferta sea clara: lo contrario hará dudar al cliente, le dejará confuso y alejará su decisión de compra. Como todo lo trato de aplicar a mi terreno pienso que esto, al menos, lo tengo logrado: el mismo título del blog dice lo que ofrezco. Y pienso que en el mundo del pacharan todo es tan sencillo que la oferta siempre es muy clara y no hay lugar a la confusión.
Pero en ese momento recuerdo que he ido retrasando el momento de catar el pacharán Basarana. Y recuerdo la razón que ha impedido que una botella de Basarana llegara a la mesa de cata: la confusión. Y es que bajo una misma marca, Basarana,  hay tanta variedad de productos y formatos que resulta difícil saber qué está comprando uno. Nos encontramos con pacharán Basarana etiqueta blanca, pacharán Basarana etiqueta negra, licor Basarana 20 con etiqueta azul, licor de endrinas Basarana 20 con etiqueta marrón en botella de anís…
Hoy al terminar el curso me paso dedicido por un supermercado y, aprovechando que tiene poca variedad y sólo tengo que elegir entre etiqueta blanca o negra, me decido por el que debería tener más calidad, Basarana Etiqueta Negra. Siempre ha sido así hasta donde yo recuerdo: la etiqueta negra se utiliza como sinónimo de calidad o alta gama.
Así que compro una botella de Basarana Etiqueta Negra por algo más de 9 € y me dispongo a catarla. En la botella primero leo la información: endrinas silvestres, 300 gr de endrinas por litro, 6 meses de maceración. Los lectores del blog verán que las recomendaciones que hacemos son algo distintas: menos endrinas, menos meses. Pero esperemos a probar el resultado, no vaya a ser que tengamos que cambiar las recomendaciones.
Servimos la copa y apreciamos un bonito color rojo, fresco y de buena intensidad. Llevamos la copa a la nariz y enseguida nos sorprende el intenso aroma del pacharán, con un penetrante anisado que presenta extraños matices herbáceos por su combinación con un aroma que nos resulta muy familiar: un inconfundible olor a almendras amargas.
Tomamos un sorbo y la entrada en boca resulta realmente ácida, agresiva y cítrica.Tan ácido resulta que la lengua parece querer encogerse para escapar de la agresión que sufre. Tras el trago el sabor ácido en los laterales de la lengua deja paso a un persistente sabor amargo en el fondo del paladar que, de nuevo, nos recuerda a las almendras amargas que apreciábamos en su aroma.
Y pienso que no cambiaremos las recomendaciones del blog, porque entendemos que son esos 300 gramos de endrinas, excesivos desde nuestro punto de vista, los que aportan esa excesiva acidez. ¿El sabor de almendras amargas? Sabemos que el hueso de la endrina aporta ese sabor cuando alargamos mucho la maceración, algo que le ha ocurrido a este Basarana con esos, también a nuestro juicio, excesivos 6 meses de duración.
Doy otro sorbo a la copa y vuelvo a apreciar la acidez, pero después se queda en mi boca el sabor que mi memoria mantendrá asociado a Basarana: un amargo recuerdo.