Curso de cata

Me he apuntado a una cata de vinos. Sí, otra  vez, y ya no sé ni cuántas llevo. Quizás por eso el principio me suena a déjà-vu: otra vez me cuentan las fases de la cata, cómo agitar la copa, lo de los aromas primarios, secundarios,…
Por fin ya estamos catando los vinos y, como en otras catas anteriores, me vuelvo a sentir extraño entre tantos aromas. El enólogo que dirije la cata comenta que el vino tinto que ahora agito y huelo en la copa tiene “aromas minerales”; yo ya estoy a punto de preguntar qué son los aromas minerales y a qué huelen y si huelen igual todos los minerales y… pero entonces me fijo que el resto de participantes hace gestos y sonidos de aprobación. “Sí, sí, es verdad, yo también los encuentro” me escucho decir para no significarme.
La verdad es que esto también resulta un déjà-vu: en la cata anterior me pasó con los “aromas de caucho” que al parecer presentaba un tinto. Por supuesto aquel día tampoco dije nada y yo también estuve de acuerdo, y ni tan siquiera he logrado averiguar si ese aroma es defecto o virtud.
Por eso, mientras estoy disfrutando en la cata con otro vino con un “paso de boca aterciopelado que producen unos taninos maduros cuya redondez, sin duda alguna, viene marcada por los suelos de pizarra del viñedo que reflejan el sol y mejoran la maduración de las uvas” pienso que quizás nunca encuentre un curso de cata para mi nivel de olfato y paladar, tampoco para mi carácter vergonzoso que me impide sincerar mi ignorancia ante el resto de participantes.
Paladeo el último vino de la cata y, como el resto de catadores, lo encuentro estupendo por su “aroma de frutos de hueso compotados” y disfruto de su “paso graso, muy glicérico, que redondea una presencia tánica importante”. Y termino decidiendo que quizás es hora de dejar de asistir a este tipo de catas de vinos. Porque siempre me ocurre lo mismo:  o me resulta imposible adivinar los aromas que los demás encuentran o, en aquellas ocasiones en que creo haber reconocido alguno, alguien se ocupa de que llegue a mis oidos antes de que yo consiga hacerlo llegar a mis labios para, por fin, aportar un comentario.
Por eso creo que a partir de ahora dejaré los cursos y me conformaré con las sesiones de cata de vinos en casa. Son como de cine mudo: descorchar la botella de vino desconocido, servir las copas, agitarlas con ceremonia (que eso sí lo aprendí bien) y ver en los gestos de los amigos la aprobación o decepción, según la suerte del día.
Pero también me doy cuenta de que las catas siguen muy focalizadas al mundo del vino y poco las usamos para otros productos. Y como buen pacharanero me pregunto, ¿por qué no hacer catas de pacharán? Seguro que habrá muchas diferencias entre ellos pero será algo más sencillo que las catas de vinos… por lo que no creo que sea necesario hablar de esos extraños aromas minerales o de caucho.
Así que me he decidido: iniciaremos en elblogdelpacharán una serie de entradas para averiguar cómo deberíamos catar los pacharanes y después, poco a poco, catar diferentes pacharanes caseros y comerciales.