Pacharán: consumo responsable


Tomando un café mientras me sirven una copa de pacharán navarro charlo con Javier, compañero de barra recientemente jubilado. Al oírme pedir un pacharán comienza a contarme sus recuerdos de juventud, cuando madre le daba pacharán como jarabe para el estómago. Y cómo simulaba dolor de estómago para que madre, engañada, le diera una cucharada de licor.
Y me doy cuenta de que hoy en día, a la edad en que Javier tomaba una cucharada de pacharán, muchos adolescentes beben whisky, ron, ginebra en los botellones que organizan en la calle.
Javier simulaba su dolor de estómago para disfrutar del dulzor, del sabor, del recuerdo afrutado de esa cucharada de licor que a nadie embriagaba. Sin embargo los jóvenes de hoy, para los que el alcohol es un tabú desde niños, beben a escondidas buscando en la bebida el alcohol y sus efectos.
Javier creía que engañaba a su madre con su dolor de estómago, seguramente su madre también pensó que engañaba a la abuela cuando ella era joven. Y cuánto hacía esa pequeña permisividad para la educación en el consumo responsable, para que los jóvenes aprendieran a disfrutar de las buenas propiedades de los licores, de su sabor, de su recuerdo en la boca.
Quienes así nos hemos educado tomamos hoy una copa de pacharán navarro a sorbos, disfrutándolo. Termino mi copa de pacharán y no necesito volver a llenarla: mantengo en la boca su dulzor, su aroma afrutado. Ya tengo lo que buscaba.